Tras superar el proceso de selección, los candidatos elegidos finalmente para incorporarse a un puesto de trabajo, piensan que lo peor ya ha pasado. Sin embargo, en ocasiones se encuentran que lo peor apenas recién empieza.
Los primeros días sobretodo, los seleccionados van a tener que demostrar que son válidos para desempeñar su puesto y que, por lo tanto, los seleccionadores no se equivocaron con ellos.
Obviamente, éstos van a seguirlos de cerca para ver su evolución y adaptación al puesto. El problema a veces está en el propio departamento donde se integra el recién llegado. Generalmente, las necesidades de personal vienen justificadas por peticiones de los afectados que, por cargas de trabajo o por nuevas atribuciones, no consiguen seguir adelante con los recursos existentes. La llegada de un nuevo trabajador tendría por lo tanto que ser muy bien acogida por el resto de integrantes del departamento, ya que les va a aliviar en el volumen de trabajo a realizar diariamente. Al fin y al cabo, han sido ellos quienes lo han solicitado.
Sin embargo, muchas veces el recién llegado se encuentra con una oposición frontal del resto de los compañeros sin haber hecho “méritos” para ello, simplemente por el hecho de ser nuevo.
Este rechazo se debe a que los otros miembros del departamento ven en el recién llegado una amenaza, y por lo tanto se niegan a enseñarle tareas que hasta ahora han realizado solamente ellos. Se niegan a delegar funciones porque las consideran de su propiedad.
No deberían olvidar que ningún puesto ni tarea es dominio de nadie y que, para el mejor funcionamiento del departamento, es necesario que todos vayan sabiendo hacer todas las tareas.
El responsable tendrá que hacérselos ver. Es parte de su trabajo el gestionar las personas y las tareas del departamento de forma correcta.
Es más, si es consciente de este tipo de comportamientos, es igual de culpable que las personas que los realizan. Algunas veces hay que mostrar autoridad para recordarles quién es el encargado de marcar el funcionamiento del departamento. Muchas veces son los propios integrantes del departamento los que han solicitado ayuda, y no es comprensible que, al proporcionársela, se nieguen a integrarla.
Estos trabajadores no se dan cuenta de que con esta actitud lo único que consiguen es hacer pasar malos ratos al recién llegado, que se va a encontrar, en la mayoría de las ocasiones, superado por estos acontecimientos, y puede que finalmente decida tirar la toalla, buscándose otro trabajo.
Haga lo que haga, si se les ha “cruzado” al resto, todo será usado en su contra. Si, ante la situación de que no lo ayuden a aprender el funcionamiento de las tareas, trata de arreglárselas sólo y lo consigue hacer satisfactoriamente, generará aún más “rechazo”. Lo verán como una amenaza, y si no pueden causarle mal ignorándolo, sin ayudarle en nada, pasaran al plan alternativo, que es poner al resto de personas y responsables contra el nuevo, inventándose todo tipo de rumores malintencionados.
Este tipo de comportamientos hay que cortarlos de raíz. Nos toca convivir con diferentes personas en nuestro puesto de trabajo y tenemos que hacer todo lo posible por llevarnos de forma cordial con todos, a pesar de que congeniemos mejor con unos que con otros. Todos tenemos nuestras cosas y nos tenemos que amoldar unos a otros. Se trata de trabajar en equipo, complementándonos unos compañeros con otros.
Pero, además ¿qué se consigue conque el recién llegado se vaya?
Nada positivo. Si había venido para ayudar, no se logra nada con cerrarle la puerta. Hay que sacar el volumen de trabajo al que no se llegaba y ahora tendrán que seguir haciéndolo solos. Quizás incluso no incorporen a nadie más porque durante el tiempo que estuvo en su departamento han dedicado parte de su tiempo de trabajo a hacerle la vida imposible, dejando en un segundo plano sus tareas. Y esto no dice mucho a su favor.
Por lo tanto, habrá que comportarse como verdaderos profesionales y dejar a un lado complejos, miedos, etc., producidos por nuestra imaginación. El que llegue una persona nueva no va a poner en peligro su puesto de trabajo, siempre y cuando lo continúen haciendo de forma satisfactoria.
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