No todas las órdenes que te da tu jefe deben ser acatadas. Pero no debes ignorarlas simplemente: te toca decirle que no.Lo primero es evaluar la situación. Si tienes una razón válida para negarte a hacer algo, tienes el derecho a exponerla. Cuando tu jefe te pide que hagas por él alguna tarea personal, o una actividad ilegal o de dudosa moral, que implique un riesgo físico o moral para ti, puedes negarte.
Claro, debes hacerlo de la manera más cordial del mundo pero, como dicen por ahí, lo cortés no quita lo valiente: cuando lo hagas, debes exponer claramente tus razones y dejar claro que no estás obligado a realizar ciertas tareas. Apóyate en el departamento de Recursos Humanos o en las leyes laborales aplicables en tu país, pero si no te sientes cómoda, ¡díselo!
Otras sugerencias para canalizar tus emociones en una situación como esa: se respetuosa, haz que la conversación sea civilizada, no dejes puntos sin aclarar, trata de tener razones verdaderamente justificadas, presenta con argumentos sólidos y apóyate en tus derechos. No hay razón para esconder tu molestia ante una situación injusta.
Pero, cuando se trata de un asunto laboral, la cosa cambia. Si tu jefe tiene una visión muy distinta a la que tienes tú sobre un asunto laboral o proyecto de trabajo, también puedes exponerle tus opiniones, pero en ese caso debes observar otras recomendaciones: no lo interrumpas mientras expone su idea, dale un segundo pensamiento antes de negarte a aceptarla y si no te resulta posible aceptarla, expón tu propio plan en una reunión concisa y respetuosa. No trates de ser condescendiente, no seas altanera ni lo interrumpas sistemáticamente para refutar todos los puntos del programa que te está presentado.
Si aprendes a escuchar, eres paciente y diplomática, y sabes negociar, es posible que decirle no a tu jefe no sea un drama, sino una feliz oportunidad de presentar una buena idea que él agradecerá.
Fuente: http://empleo.universiablogs.net/